miércoles, 19 de noviembre de 2014

"Interstellar", Christopher Nolan (2014)

Cuando nos disponemos a ver un filme de ciencia ficción ambientado en el espacio, bien puede suceder que nos veamos inmersos en una experiencia plagada de acción que surge del viaje a galaxias lejanas en las que conviven seres de diversas procedencias y combaten por hacerse con el control del universo. Pero cuando un largometraje de dicho género está dirigido por un director como Christopher Nolan, sabemos que nos enfrentamos a un material en el que vamos a estar en constante tensión durante algunas horas, pues si por algo reconocemos a este director es, sobre todo, por jugar con nosotros los espectadores al ofrecernos una experiencia fílmica basada en dimensiones que nosotros, como seres humanos, todavía no hemos podido explorar.


En Interstellar, Nolan nos invita a seguir muy de cerca a Cooper (Matthew McConaughey), el encargado de salvar nuestro planeta cuando éste está a punto de expirar a causa de la falta de alimentos y la aparición de una sequía que causa graves problemas de salud en la población. Para ello, nuestro protagonista viajará al espacio (junto a una escasa pero entregada tripulación) por tal de encontrar nuevos sistemas habitables. Por desgracia, este destino les obligará a hacer frente a fenómenos espaciales prácticamente desconocidos para la ciencia, como por ejemplo los agujeros de gusano, dado que son el único modo de acceder a una posible solución para la humanidad.

Desde sus inicios, con largometrajes como Memento (2000), Nolan ha conseguido hacer de sí mismo un director con unas ideas muy concisas sobre cómo hacer cine y, como era de esperar, Interstellar no es una excepción: A lo largo del filme el espectador puede encontrar aquellos rasgos que caracterizan su filmografía. En primer lugar, cabe destacar el ya conocido juego que al cineasta inglés le gusta llevar a cabo mediante la introducción del espectador en dimensiones que enredan los sentidos y obstaculizan la razón en el camino mediante el cual una pregunta intenta obtener respuesta. En Origen (2010) esta dimensión fueron los sueños y todos los que la vimos podemos recordar aquella última escena en la que una peonza nos abría nuevas dudas. Ahora, Nolan nos sumerge en una realidad en la que el tiempo no corre de la forma a la que estamos acostumbrados y, ciertamente, este es uno de los rasgos más destacables del filme, creador de tensión mediante el uso de acciones que suceden de forma paralela (otro de los aspectos nolanianos) y de un desarrollo argumental muy interesante. Asimismo, tampoco faltará la clásica carga moral con la que Nolan hace de las acciones que los personajes llevan a cabo decisiones cruciales tanto para ellos mismos como para los demás, creando una cierta sensación de empatía que involucra (aún más) al público en el desarrollo de acontecimientos.


Pero a pesar de encontrarnos con los rasgos típicos del cine de Nolan, Interstellar también guarda un potencial enorme en su fotografía (un hecho que quizás no esperemos de un director que pone más énfasis en el montaje y el argumento). A muchos os parecerá obvio que uno de los puntos destacables de un filme de ciencia ficción recaiga en este campo debido al uso de efectos especiales y a la creación de paisajes espaciales, pero el caso es que la fotografía que encontramos en este filme no está destinada a mostrarnos bellos e increíbles escenarios (únicamente), sino que expone largos planos del espacio de una forma muy natural (silencioso, estático, solemne…), dejando tiempo al espectador para reflexionar sobre lo que está viendo de forma plácida a la vez que impactante. Puede que a muchos no os acabe de convencer esto último, pero tranquilos, porque si algo le gusta a Christopher Nolan es dejar que todo lo importante suceda en el último instante de una forma frenética.

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