Alfred Hitchcock es uno de esos
directores que no necesita presentación. Considerado el maestro del suspense,
este personaje de característica silueta llenó la historia del cine con un
amplio abanico fílmico, que destacó por su carácter innovador a la hora de
introducir técnicas narrativas de gran importancia en aquellos largometrajes
que pretenden esconder al espectador una información clave.
Estrenada en 1958, Vértigo es un claro ejemplo de cómo el director
hace de un filme un paseo por un camino lleno de sobresaltos, gracias a la
limitación de la información. Pues si por algo destaca este largometraje es,
precisamente, por su incesante creación de falsas apariencias que evitarán que
el espectador pueda sentirse cómodo respecto a lo que está por suceder.
El filme se abre con la tensa
persecución que lleva a cabo el detective Scottie Ferguson (James Stewart) por
las azoteas de la ciudad de San Francisco. Pero la acrofobia de éste y el la
caída al vacío de su compañero, llevarán a nuestro protagonista a abandonar su
trabajo. Es entonces cuando un viejo conocido de Ferguson contactará con él
para contratarle como detective privado con la misión de vigilar a su esposa
Madeleine (Kim Novak), la cual está sumida en una melancolía que parece guiarla,
directamente, hacia la muerte. A partir de aquí, Scottie acabará obsesionándose
con el caso, y con Madeleine, al no saber realmente qué misteriosa incógnita
gira a su alrededor.
Vértigo, dentro de la obra de Hitchcock, es un expositor de efectos
audiovisuales y recursos novedosos con los que da nuevo enfoque a su
filmografía y, sobre todo, al cine de suspense. Un buen ejemplo es la clásica
escena con la que se muestra el pavor a las alturas del protagonista mediante
el juego que se lleva a cabo con el zoom de la cámara. Pero si por algo destaca
la creación del maestro del suspense, es por su capacidad narrativa a la hora
de crear relatos que se renuevan durante el largometraje, provocando la
supresión de un primer elemento motor por otro que adquiere más importancia
dentro del argumento y llevando el desarrollo de los acontecimientos hacia
rumbos para nada esperados.
Siguiendo con el estilo personal
de Hitchcock, cabe destacar también la presencia de escenas que adornan la
historia con rasgos típicos de otros géneros cinematográficos (romántico, por
ejemplo), contribuyendo a la creación de
un argumento que no se hace pesado gracias a un dinamismo que reaviva la llama
de la incertidumbre que caracteriza a un largometraje cuyo final no se puede predecir
fácilmente.
En definitiva, un filme convertido
en clásico gracias a un argumento sólido y complejo, ejecutado con una técnica
narrativa que no tiene nada que envidiar al cine de hoy en día.
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