jueves, 14 de agosto de 2014

"Quemar después de leer" (2008), Joel y Ethan Coen

Bajo el lema “La inteligencia es relativa”, los hermanos Coen nos traen Quemar después de leer, una curiosa historia en la que se ponen en juego elementos como el poder de la información, la privacidad y la posibilidad de enriquecerse a través de éstos. No obstante, este filme de apariencia severa se desarrolla de una forma ciertamente cómica, a través de unos personajes pintorescos que construyen situaciones ridículas y que harán de un argumento basado en el crimen un largometraje similar a Snatch: cerdos y diamantes (Guy Ritchie, 2000).



Todo empieza con el despido de Osborne Cox (John Malkovich), un agente de la CIA cuya adicción a la bebida ha alarmado a sus superiores. Por otro lado, su desconfiada mujer Katie (Tilda Swinton), preocupada por el futuro día a día de su marido, decidirá espiarle con la ayuda de un incompetente abogado para reforzar sus argumentos a la hora de pedirle el divorcio y no salir económicamente maltrecha. A partir de ese momento, una cadena de inoportunos sucesos provocarán que parte de la información confidencial de Osborne caiga en manos de dos incompetentes trabajadores de un gimnasio que pretenden beneficiarse a costa del ex-agente de la CIA.

Uno de los puntos destacables de Quemar después de leer es la técnica narrativa mediante la cual el filme lleva a los personajes a perder el control que tenían sobre sus vidas a causa de su naturaleza egoísta, creando múltiples incógnitas sobre el desarrollo de acontecimientos futuros. No obstante, este aspecto también es un problema para el espectador, que se ve inmerso en un argumento quizás demasiado enredado a causa de una constante limitación de la información. De todas formas, cabe destacar la elección de unos personajes acertados, con personalidades muy diferentes, que dan cuerda a un filme que pretende crear un final inesperado.

En definitiva una película diferente, que entretiene a la vez que divierte gracias a la combinación de dos géneros muy distintos y a la creación de un argumento que implica al espectador como cómplice de una historia cuyo final no deducirá fácilmente.


martes, 12 de agosto de 2014

"Under the Skin", Jonathan Glazer (2013)


Muchas veces acudimos al cine con la tranquilidad que el género nos da a la hora de escoger un filme. No obstante, ante un panorama cinematográfico tan amplio como el que tenemos hoy en día, en ocasiones resulta difícil evitar ser víctima de rarezas visuales que rompen nuestras expectativas. Ese es el caso de Under the Skin, un largometraje en el que el director  Jonathan Glazer, lleva a cabo una curiosa mezcla de terror, ciencia ficción y drama (en ese orden, por cierto).



La película se abre con una secuencia abstracta, tanto visual como auditiva, que combina los efectos visuales propios de una ficción futurista, el inquietante sonido de un instrumento de cuerda típico del cine de terror y unas pruebas vocales que ilustran la idea de la creación de un ser monstruoso. Para nuestra sorpresa, ese ser es Scarlett Johansson, que con la ayuda de un motorista del que tampoco sabemos nada, se convertirá  en una habitante más de Escocia. A partir de aquí, el filme tomará un rumbo desconocido, con una protagonista que va en busca de hombres solitarios con un fin que ni el propio espectador espera.


Uno de los puntos fuertes de Under the Skin es su montaje. Glazer construye un filme basado en la sutilidad más absoluta a partir de elisiones temporales y escenas metafóricas que provocan en el espectador una enorme inquietud a partir de técnicas narrativas habituales en el thriller y el cine de terror. No obstante, no podemos pasar por alto cómo, poco a poco, el proceso de humanización que la protagonista sufrirá al estar expuesta a nuestro mundo, convertirá el largometraje en un drama que tratará aspectos como las apariencias o la vulnerabilidad de la mujer, entre otros.



Todo este conjunto de componentes hacen de Under the Skin una película inusual que, a pesar de que en un principio pueda dar la impresión de que todo acabará en un fracaso, sorprenderá a todo aquel que busque en la gran pantalla (e incluso en la pequeña) un material diferente, que rompa con las convenciones habituales del género cinematográfico.